jeudi 13 mars 2014

La multiplicidad de los otros en nosotros. Retrato probable de Madame de Lambert por Marivaux.

       
Detalle de L'Amour paisible de Watteau. 
    No sería posible dar cuenta de lo que son las personas, al menos a mí no me sería posible, a la gente con la que vivo la conozco mejor de lo que la pudiese definir. Hay cosas en ellos que nunca he entendido, hay cosas en ellos que no he terminado de entender como para decirlas, cosas que sólo percibo para mí y no para los otros, o que, si tratase de decir, diría mal. Son objetos de sentimiento tan complicados y de una nitidez tan delicada que se vuelven borrosos desde que mi reflexión trata de mezclarse con ellos. Ya no sé por dónde cernirlos para expresarlos de modo que están en mí y no me pertenecen.

            Mi benefactora, que aún no he mencionado, se llamaba Madame de Miran, podía tener fácilmente cincuenta años. A pesar de que hubiese sido una bella mujer, tenía algo demasiado bueno, demasiado razonable en la fisionomía, que lograba dañar sus encantos y que les había impedido llegar a ser tan sabrosos como hubieran podido serlo. Cuando se tiene un aspecto tan bueno, por esto mismo se es menos bella; un aspecto de franqueza y de bondad tan dominante es completamente contrario a la coquetería; solamente denota el buen carácter de la mujer no su gracia. Hace ver a la persona más estimable pero su rostro se torna indiferente de tal manera que  parecemos más alegres estando con ellas que mirándolas con curiosidad.