samedi 11 février 2012

Demonios de Arlt.






Una sensación de asco empezó a encorajinar mi vida dentro de aquel antro, rodeado de esa gente que no vomitaba más que palabras de ganancia o ferocidad. Me contagiaron el odio que a ellos les crispaba las jetas y momentos hubo en que percibí dentro de la caja de mi craneo una neblina roja que se movía con lentitud.
Cierto cansancio terrible me aplastaba los brazos. Veces hubo en que quise dormir dos días con sus noches. Tenía la sensación de que mi espíritu se estaba ensuciando, de que la lepra de esa gente me agrietaba la piel del espíritu, para excavar allí sus cavernas oscuras. Acostábame rabioso, despertaba taciturno. La desesperación me ensanchaba las venas, y sentía entre mis huesos y mi piel el crecimiento de una fuerza antes desconocida a mis sensorios. Así, permanecía horas enconado, en una abstracción dolorosa.

Cayó sobre mí una oscuridad cuyo tejido se espesaba lentamente. Perdí en la memoria los contornos de los rostros que yo había armado con recogimiento lloroso; tuve la noción de que mis días estaban distanciados entre sí por largos espacios de tiempo... y mis ojos se secaron para el llanto.
   Entonces repetí las palabras que antes habían tenido un sentido pálido en mi experiencia.
    - Sufrirás -me decía-, sufrirás... sufrirás... sufrirás...
    - Sufrirás sufrirás...
    - Sufrirás... - y la palabra se me caía de los labios.
    Así maduré todo el invierno infernal.

El juguete rabioso.

Aucun commentaire:

Enregistrer un commentaire