mardi 30 septembre 2014

Entre ocultamiento del mito y negación de lo negro

Pasiphaé d'André Masson, 1937
Líneas que me arrancan al balanceo de las cajas de metal y al sucederse de los días y las noches. Antídoto contra la despersonalización del mundo.

"Inacabados o transformándonos en lo que no sabemos ser, avanzamos entre dos inhumanidades. El saber cojo vuelve a los suelos oceánicos para traspasar la reja de los objetos, allí donde no hay más identidad ni conocimiento. Dato nuevo, desde que desaparecemos de nosotros mismos, entre el fin de los “grandes relatos” y la multiplicación de las perspectivas que la técnica no deja de producir a través sus juegos de espejos".


Annie Le Brun, Si rien avait une forme ce serait cela, Gallimard 2010, pag. 101

vendredi 25 avril 2014

MAGOS Y NIGROMANTES

DE LOS METODOS EMPLEADOS POR LOS MAGOS Y LOS NIGROMANTES PARA EVOCAR EL ALMA DE LOS MUERTOS

            Según lo que acaba de decirse, se hace manifiesto que las almas siguen amando el cuerpo que abandonan después de la muerte como aquellas almas cuyo cuerpo reclama una justa sepultura o que han abandonado el cuerpo por muerte violenta y erran aún en torno al cadáver en un estado perturbado y húmedo, atraídas de cierta forma por el hecho de que hubiese una afinidad con éstos últimos. Ahora bien, conociendo los vínculos que las unían en el pasado con el cuerpo, se puede fácilmente evocarlas y atraerlas por esos mismos vapores, licores y sabores; algunas luces artificiales también pueden ser utilizadas, como las canciones, ruidos, o cualquier otra cosa que estremezca la armonía imaginativa y espiritual del alma; tampoco puede restársele importancia a las invocaciones sagradas y a todo lo que pertenezca a la religión arguyendo la superioridad de la parte racional del alma que se sitúa en lo más alto de la naturaleza.

            La nigromancia debe su nombre al hecho de que tiene como objeto a los cuerpos muertos y que da respuestas a nuestras preguntas por intermedio de los fantasmas, de las apariciones de los muertos y de los espíritus subterráneos. Atrae a los cuerpos de los muertos por medio de ciertos encantos diabólicos y ciertas invocaciones infernales, como también por inmolaciones y oblaciones perversas.

Le cauchemar quittant deux femmes endormies, 1810, Fussli.

            Existen dos clases de nigromancia: la aparición de los cuerpos que no puede efectuarse sin que haya derramamiento de sangre y la sciomancia para la cual es suficiente la simple evocación de las sombras. En conclusión, la nigromancia realiza todos sus experimentos con la ayuda de los cuerpos de la gente que ha sido asesinada, de sus huesos, de sus miembros y todo lo que les pertenece ya que estas cosas contienen un poder espiritual que les es íntimo. Estas atraen con facilidad a los espíritus malvados por el parecido y las cualidades que tienen todos los espíritus familiares. Dichas cualidades ayudan al nigromante, y le permiten, ejercer un poder sobre cosas humanas y terrestres, pero también despertar deseos ilegítimos, provocar sueños, enfermedades, odios y otras pasiones parecidas. Pueden también conferirles los poderes del alma que, aún envuelta en un espíritu perturbado y húmedo, erra en torno al cuerpo abandonado, y puede cometer los mismos actos que los espíritus malignos, y así descubrir experimentalmente que las almas malignas e impuras violentamente despojadas de su cuerpo así como las de los hombres muertos sin expiación y sin sepultura, erran en torno a los cadáveres y son atraídas a ellos por sus afinidades. Para efectuar su arte, las brujas engañan con facilidad a estas almas, se apoderan de sus cuerpos o les extraen una pequeña porción, los obligan por medio de encantos diabólicos, los engañan con cadáveres deformados, dispersos en los vastos campos, con las sombras errantes de los que no tienen sepultura, con los fantasmas expulsados del Aqueronte, con los huéspedes del infierno que una muerte inopinada arrojó allí y con los deseos horribles de los diablos condenados y orgullosos, vengadores del mal. Pero aquel que pudiese verdaderamente devolver estas almas a sus cadáveres, debe primero saber cuál es la verdadera naturaleza del alma que abandonó el cuerpo, cuales son los múltiples grados de perfección que la constituyen, qué inteligencia le influye vida, a través de cuál medio se expande en el cuerpo, cuál armonía la vincula a este último, qué afinidad tiene con Dios, con las inteligencias, los cielos, los elementos de toda otra cosa de la cual ella es la imagen y con la que tiene algún parecido. En conclusión, las influencias por las que el cuerpo puede ser reanimado para la resurrección de los muertos exige un poder que no pertenece a todos los hombres sino sólo a Dios y a aquel a quien él los ha comunicado.


ACERCA DE LOS SUEÑOS PROFÉTICOS

            Entiendo como sueño todo aquello que proviene de la imaginación y del intelecto o sea la ilustración del intelecto que gobierna nuestra alma, la verdadera revelación de un poder divino  en un espíritu sereno y purificado. Pues por medio del sueño nuestra alma recibe verdaderos oráculos y nos libra numerosas profecías. En los sueños a veces parece que nos formulamos preguntas y luego aprendemos a descubrirlas. Igualmente muchas cosas inciertas, muchas actitudes, muchas cosas desconocidas o rechazadas por nuestro espíritu o que nunca nos atrevimos a emprender, todo eso se nos manifiesta en los sueños. La representación de cosas y lugares desconocidos, también se ofrece a nosotros en éstos así como la imagen de hombres vivos o muertos y de acontecimientos que aún no han acaecido. También nos son revelados acontecimientos de otras épocas de los que ignoramos todo. Estos últimos sueños no necesitan un arte de la interpretación como aquellos de los que hemos hablado anteriormente pertenecientes a la adivinación y no a la premonición. Suele suceder que la mayoría de personas que tienen un sueño, la mayor parte del tiempo no los comprenden, pues el soñar depende del poder de la imaginación y comprenderlos del poder de la comprensión. Es por todo esto que todo aquel cuyo intelecto haya sido vencido por un recurso excesivo a la carne se encuentra en un estado de profundo sueño como aquel cuyo poder imaginativo o fantástico es demasiado pobre o grosero para recibir lo que proviene del intelecto superior y las representaciones que resultan de esto. Este tipo de hombre, está poco habilitado para recibir por estos intermediarios sueños y profecías.

            Entonces es necesario que el que recibe verdaderos sueños conserve un espíritu imaginativo puro que no esté ni perturbado ni agitado y que lo prepare para ser digno de recibir el conocimiento que le aportan el espíritu y la razón. Un tal espíritu es muy apto para hacer profecías y representa un espejo completamente claro de todas la imágenes que emanan de todas las cosas.


Somos aptos para profetizar cuando estamos sanos de cuerpo, cuando nuestro espíritu no está perturbado ni nuestra inteligencia oscurecida por las carnes y las bebidas, cuando no estamos entristecidos por la pobreza, ni empujados a la lujuria, ni incitados por un vicio, ni agitados por la irritación o la cólera, ni llevados a la irreligiosidad o a la profanación, ni somos proclives a la frivolidad o no estamos arrastrados por la ebriedad. Cuando vamos a la cama con castidad y nos dormimos inmediatamente entonces nuestra alma pura y divina, libre de todos los males que acabo de enumerar y aislada de todo pensamiento nocivo, ahora que es liberada por el sueño es comblada por un espíritu divino que le sirve de instrumento y recibe los rayos y las representaciones que le son enviados de cierta forma, y que brillan desde el Espíritu Divino hasta ella. Y como en un espejo que la deífica contempla todo de manera más cierta, más clara y más eficaz que por una encuesta grosera y por el discurso de la razón. Como las potencias divinas que instruyen el alma han sido invitadas a relacionarse con ellas en un momento de soledad nocturna, el don que gobierna todos sus actos no le hará falta al despertar.

            Así entonces, aquel que por la meditación calmada y religiosa, y por un régimen razonable y moderado en armonía con la naturaleza, conserva su espíritu puro, se prepara a ser y por este medio se vuelve (en cierta medida) divino. Y como lo conoce todo, lo merece todo con toda razón. Al contrario, el que se marchita con el espíritu ocupado en pensamientos fantásticos, no recibe más visiones distantes ni claras, sino que, estando debilitado y modificado por sus visiones, juzga confusa e indistintamente como cuando estamos dominados por el vino y la ebriedad. Juzga como cuando nuestro espíritu es asfixiado por vapores nocivos – y como agua agitada que puede tomar diferentes formas –  es decepcionado y pierde todo su sabor. Es por esto que yo aconsejaría a quien quiera recibir oráculos en sus sueños abstenerse durante un día entero de comer carne y durante tres días no beber vino ni licores fuertes, no beber más que agua pura. Los espíritus puros son atraídos por los seres puros y religiosos pero huyen de los que se ahogan en la bebida y se colman de comida. A pesar de que los espíritus impuros transmiten importantes secretos a quienes parece que estuvieran embrutecidos por el vino y los licores, tales comunicaciones deben ser menospreciadas y rechazadas.

            Hay cuatro órdenes de verdaderos sueños. El primero es el matutino y se sitúa entre el sueño y la vigilia. El segundo es aquel en el que vemos algo que concierne a otra persona. El tercero aquel cuya interpretación es dada al soñador durante el transcurso de una visión nocturna. Y el último aquel que es repetido a la misma persona que sueña durante la visión nocturna.


Libro II, capítulos XIX y XX de The Magus or Celestial Intelligences, 1801. Traducido a partir de la versión francesa publicada en Romantisme noir, Les Cahiers de l’Herne, Editions de l’Herne, Paris, 1978 pp. 112-114.




mardi 22 avril 2014

Adaptación, rayana en el plagio, de algunas reflexiones de Delphine (1802) por un lector incauto del siglo XXI

                                                                                           
Para Madame de Staël el objetivo de la escritura de una novela es desvelar los secretos del corazón humano.

Observer le cœur humain c’est montrer à chaque fois l’influence de la morale sur la destinée ; il n’y a qu’un secret dans la vie, c’est le bien ou le mal qu’on a fait.

Su proyecto romanesco se pone en acción en Delphine (1802). En el prólogo a dicha novela enuncia las ventajas de la escritura sobre la vida y la superioridad que tiene la ficción con respecto a las circunstancias de la realidad para instruir el corazón y la moral del ser humano. Mientras escribe esto los novelistas góticos descubren – tal vez sin quererlo y hasta esto último de pronto es una invención de la crítica moderna –  la hostilidad de la realidad y la realidad objetiva del mal.

 Le Retour de Marcus Sextus (1799) de Guérin. Tout rappelle la mort dans ce tableau; il n’y a de vivant que la douleur. 

Consideraciones novelísticas del prólogo de Delphine          

            Creo entonces que las circunstancias de la vida, pasajeras como lo son, nos instruyen menos sobre las verdades durables que las ficciones fundadas en dichas verdades, y que las mejores lecciones de la delicadeza y del orgullo pueden encontrarse en las novelas en las que los sentimientos se pintan con suficiente naturalidad para que ustedes crean que están asistiendo a escenas de la vida real leyéndolas.

Fragmentos de la Respuesta de Delphine a la señora de Albemar

Paris, 1 de Mayo de 1790
15 de abril de 2014


            Las cualidades naturales bastan para ser honesto cuando se es feliz, pero cuando el azar y la sociedad lo condenan a uno a luchar contra su corazón, se necesitan principios cuidadosamente pensados para defenderse de sí mismo, y las personalidades más amables en las relaciones habituales de la vida son las que más peligro corren cuando la virtud entra en combate con la sensibilidad

            Primero, creo en general que un hombre de carácter frío es el más propicio para hacerse amar fácilmente por un alma apasionada. Cautiva y sabe mantener el interés haciendo suponer que existe un más allá de lo que expresa, y sin abandono puede, al menos por un momento, excitar aún más la inquietud y la sensibilidad de otro hombre. Las relaciones así establecidas tal vez no sean las más felices ni duraderas pero agitan con más fuerza a un corazón bastante débil para librarse a ellas. Federico, solitario, exaltado e infeliz se dejó arrastrar tanto por sus propios sentimientos que no se puede acusar al señor de Serbellane de haberlo seducido.

            Sin detenerme mucho tiempo en mí, le diré que, como la mayoría de la gente de mi edad, cometí muchos errores al entrar en la carrera peligrosa de este mundo. Estos errores, por una combinación de circunstancias tuvieron desenlaces funestos. De todas las penas que experimenté me quedó suficiente calma en mis propias impresiones pero también un profundo respeto por el destino de las personas que, de cierta forma, dependen de mí. Las pasiones impetuosas tienen como objetivo nuestra satisfacción personal, estas pasiones están muy frías en mi corazón pero yo no estoy cansado con mis deberes y no tengo nada mejor que hacer que evitar el dolor a aquellos que me aman, ahora que no puedo tener ni un gusto vivo ni una voluntad fuerte que tenga como propio objetivo mi propia felicidad.



jeudi 13 mars 2014

La multiplicidad de los otros en nosotros. Retrato probable de Madame de Lambert por Marivaux.

       
Detalle de L'Amour paisible de Watteau. 
    No sería posible dar cuenta de lo que son las personas, al menos a mí no me sería posible, a la gente con la que vivo la conozco mejor de lo que la pudiese definir. Hay cosas en ellos que nunca he entendido, hay cosas en ellos que no he terminado de entender como para decirlas, cosas que sólo percibo para mí y no para los otros, o que, si tratase de decir, diría mal. Son objetos de sentimiento tan complicados y de una nitidez tan delicada que se vuelven borrosos desde que mi reflexión trata de mezclarse con ellos. Ya no sé por dónde cernirlos para expresarlos de modo que están en mí y no me pertenecen.

            Mi benefactora, que aún no he mencionado, se llamaba Madame de Miran, podía tener fácilmente cincuenta años. A pesar de que hubiese sido una bella mujer, tenía algo demasiado bueno, demasiado razonable en la fisionomía, que lograba dañar sus encantos y que les había impedido llegar a ser tan sabrosos como hubieran podido serlo. Cuando se tiene un aspecto tan bueno, por esto mismo se es menos bella; un aspecto de franqueza y de bondad tan dominante es completamente contrario a la coquetería; solamente denota el buen carácter de la mujer no su gracia. Hace ver a la persona más estimable pero su rostro se torna indiferente de tal manera que  parecemos más alegres estando con ellas que mirándolas con curiosidad.

samedi 1 février 2014

De Madame du Deffand a Horace Walpole, el 23 de mayo de 1767

       
        En el género epistolar se cristalizan las preocupaciones de todas estas personas, la mayor parte del tiempo miembros de la aristocracia de antiguo régimen, que asisten al lento declive de la monarquía, del antiguo mundo y a la emergencia de nuevas estructuras sociales. Las cartas de Madame du Deffand están llenas de escepticismo frente a la vida, frente al entusiasmo científico de los enciclopedistas, frente al amor. Libertina en su infancia, pasa su juventud en el entorno del regente Philippe de Orléans y goza de su desenfado. Piadosa, ciega y ultraconservadora en su vejez. Incapaz de creer en las certezas del espíritu materialista, Madame du Deffand expresa con brío la sensación de la nada. Imbuida de negro se obsesiona con Horace Walpole – el creador de la novela negra. La mujer de mejor gusto de su época, la más adiestrada de las fieras en el arte de agradar se hunde en la fascinación del joven que lanzaría el género literario de peor gusto en la historia literaria del siglo dieciocho. Aquí propongo la traducción de una de sus cartas más llenas de desencanto. Un eco de su famosa sentencia: "No encuentro en mí más que la nada".

            Paris, sábado 23 de mayo de 1767

¿Usted piensa que yo quiero vivir ochenta años? Por Dios ¡Que maldita esperanza! ¿Acaso ignora que detesto la vida, que me deprime haber vivido tanto, y que nada me consuela del hecho de haber nacido? No estoy hecha para este mundo, no sé si exista otro, y en dado caso en que éste exista, sin importar cómo pueda ser, me produce pavor ya que no se puede estar en paz ni con los otros, ni consigo mismo. Siempre nos disgustamos con todo el mundo, con unos, porque creen que no los estimamos ni los apreciamos demasiado, con los otros por todo lo contrario. Habría que forjarse sentimientos al antojo de cada quien, o al menos fingirlos, y yo soy incapaz de hacerlo. La simpleza y lo natural son adulados, pero se detestan a quienes son sencillos y espontáneos;  aún sabiendo todo esto tenemos temor de la muerte, pero ¿por qué le tememos? No es solamente por la incertidumbre del porvenir sino más bien por la gran repulsión que nos causa nuestra destrucción, y que nuestra razón no logra vencer. Ah ¡ La razón ! ¡ La razón ! ¿Qué es la razón? ¿Cual es su poder? ¿Cuándo nos habla? ¿Cuándo podemos escucharle? ¿Que bien nos procura? Que triunfe sobre las pasiones no es cierto, e incluso si lograse detener los movimientos de nuestra alma estaría cien veces más en contra de nuestro bienestar que las mismas pasiones pues esto querría decir que hay que vivir para sentir la nada, y la nada (a la que le doy particular importancia) no está bien sino cuando no se siente. Le pido perdón por esta metafísica de cuatro pesos, usted está en todo su derecho de responderme ¡Conténtese con aburrirse y absténgase de aburrir a los otros! Tiene razón, cambiemos de conversación.

Detalle del retablo de Issenheim
     Usted me alertó sobre la enfermedad de su amiga sorda; pero yo no sé en que consiste el mal de San Antonio. He preguntado (pero no a un médico) y me han dicho que es una forma de peste; si esto es verdad debe ser contagioso, me alegra saber que se haya curado. Yo también estoy curada, a pesar de que aún tengo insomnio y algunos vapores, ya me acostumbré a ello.

     Anteayer recibí una carta de Voltaire, me encantaría que usted la leyese, es mucho mejor que su poema de Ginebra, pero me contentaré con transcribirle un fragmento. Hace el elogio de la zarina : « Soy su caballero en contra de todos. Sé muy bien que se le reprochan algunas bagatelas con respecto a su marido pero esos son asuntos de familia en los que no me entrometo; y entre otras cosas, no está mal que se haya hecho de esto un error por reparar, pues obliga a hacer un gran esfuerzo para imponer estima y admiración al público». Adujnta a su carta un pequeño impreso sobre los panegíricos lleno de elogios esta Catalina.

     Jean-Jacques es un gran loco ya que logra causarle remordimientos a usted lo cual entiendo fácilmente. Hay que evitar hacerle mal a cualquier persona y sobre todo a aquellos que nos estiman y nos aman. No sé lo que es mi famosa réplica, y que yo sepa nunca he dicho otra aparte de aquella sobre Saint-Denis