DE LOS
METODOS EMPLEADOS POR LOS MAGOS Y LOS NIGROMANTES PARA EVOCAR EL ALMA DE LOS
MUERTOS
Según lo que acaba de decirse, se
hace manifiesto que las almas siguen amando el cuerpo que abandonan después de la muerte como aquellas almas cuyo cuerpo reclama una justa sepultura o que han
abandonado el cuerpo por muerte violenta y erran aún en torno al cadáver en un
estado perturbado y húmedo, atraídas de cierta forma por el hecho de que
hubiese una afinidad con éstos últimos. Ahora bien, conociendo los
vínculos que las unían en el pasado con el cuerpo, se puede fácilmente
evocarlas y atraerlas por esos mismos vapores, licores y sabores; algunas luces
artificiales también pueden ser utilizadas, como las canciones, ruidos, o
cualquier otra cosa que estremezca la armonía imaginativa y espiritual del
alma; tampoco puede restársele importancia a las invocaciones sagradas y a todo
lo que pertenezca a la religión arguyendo la superioridad de la parte racional del alma que se
sitúa en lo más alto de la naturaleza.
La nigromancia debe su nombre al
hecho de que tiene como objeto a los cuerpos muertos y que da respuestas a
nuestras preguntas por intermedio de los fantasmas, de las apariciones de los
muertos y de los espíritus subterráneos. Atrae a los cuerpos de los muertos por
medio de ciertos encantos diabólicos y ciertas invocaciones infernales, como
también por inmolaciones y oblaciones perversas.
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Le cauchemar quittant deux femmes endormies, 1810, Fussli. |
Existen dos clases de nigromancia:
la aparición de los cuerpos que no puede efectuarse sin que haya derramamiento
de sangre y la sciomancia para la
cual es suficiente la simple evocación de las sombras. En conclusión, la
nigromancia realiza todos sus experimentos con la ayuda de los cuerpos de la
gente que ha sido asesinada, de sus huesos, de sus miembros y todo lo que les
pertenece ya que estas cosas contienen un poder espiritual que les es íntimo.
Estas atraen con facilidad a los espíritus malvados por el parecido y las
cualidades que tienen todos los espíritus familiares. Dichas cualidades ayudan al
nigromante, y le permiten, ejercer un poder sobre cosas humanas y terrestres,
pero también despertar deseos ilegítimos, provocar sueños, enfermedades, odios
y otras pasiones parecidas. Pueden también conferirles los poderes del alma
que, aún envuelta en un espíritu perturbado y húmedo, erra en torno al cuerpo
abandonado, y puede cometer los mismos actos que los espíritus malignos, y así
descubrir experimentalmente que las almas malignas e impuras violentamente
despojadas de su cuerpo así como las de los hombres muertos sin expiación y sin
sepultura, erran en torno a los cadáveres y son atraídas a ellos por sus
afinidades. Para efectuar su arte, las brujas engañan con facilidad a estas
almas, se apoderan de sus cuerpos o les extraen una pequeña porción, los
obligan por medio de encantos diabólicos, los engañan con cadáveres deformados,
dispersos en los vastos campos, con las sombras errantes de los que no tienen
sepultura, con los fantasmas expulsados del Aqueronte, con los huéspedes del
infierno que una muerte inopinada arrojó allí y con los deseos horribles de los
diablos condenados y orgullosos, vengadores del mal. Pero aquel que pudiese
verdaderamente devolver estas almas a sus cadáveres, debe primero saber cuál es
la verdadera naturaleza del alma que abandonó el cuerpo, cuales son los
múltiples grados de perfección que la constituyen, qué inteligencia le influye vida,
a través de cuál medio se expande en el cuerpo, cuál armonía la vincula a este
último, qué afinidad tiene con Dios, con las inteligencias, los cielos, los
elementos de toda otra cosa de la cual ella es la imagen y con la que tiene
algún parecido. En conclusión, las influencias por las que el cuerpo puede ser
reanimado para la resurrección de los muertos exige un poder que no pertenece a
todos los hombres sino sólo a Dios y a aquel a quien él los ha comunicado.
ACERCA DE
LOS SUEÑOS PROFÉTICOS
Entiendo como sueño todo aquello que
proviene de la imaginación y del intelecto o sea la ilustración del intelecto
que gobierna nuestra alma, la verdadera revelación de un poder divino en un espíritu sereno y purificado. Pues por
medio del sueño nuestra alma recibe verdaderos oráculos y nos libra numerosas
profecías. En los sueños a veces parece que nos formulamos preguntas y luego
aprendemos a descubrirlas. Igualmente muchas cosas inciertas, muchas actitudes,
muchas cosas desconocidas o rechazadas por nuestro espíritu o que nunca nos
atrevimos a emprender, todo eso se nos manifiesta en los sueños. La
representación de cosas y lugares desconocidos, también se ofrece a nosotros en
éstos así como la imagen de hombres vivos o muertos y de acontecimientos que
aún no han acaecido. También nos son revelados acontecimientos de otras épocas
de los que ignoramos todo. Estos últimos sueños no necesitan un arte de la
interpretación como aquellos de los que hemos hablado anteriormente pertenecientes
a la adivinación y no a la premonición. Suele suceder que la mayoría de
personas que tienen un sueño, la mayor parte del tiempo no los comprenden, pues
el soñar depende del poder de la imaginación y comprenderlos del poder de la
comprensión. Es por todo esto que todo aquel cuyo intelecto haya sido vencido
por un recurso excesivo a la carne se encuentra en un estado de profundo sueño
como aquel cuyo poder imaginativo o fantástico es demasiado pobre o grosero
para recibir lo que proviene del intelecto superior y las representaciones que
resultan de esto. Este tipo de hombre, está poco habilitado para recibir por
estos intermediarios sueños y profecías.
Entonces es necesario que el que
recibe verdaderos sueños conserve un espíritu imaginativo puro que no esté ni
perturbado ni agitado y que lo prepare para ser digno de recibir el
conocimiento que le aportan el espíritu y la razón. Un tal espíritu es muy apto
para hacer profecías y representa un espejo completamente claro de todas la
imágenes que emanan de todas las cosas.
Somos aptos para profetizar
cuando estamos sanos de cuerpo, cuando nuestro espíritu no está perturbado ni
nuestra inteligencia oscurecida por las carnes y las bebidas, cuando no estamos
entristecidos por la pobreza, ni empujados a la lujuria, ni incitados por un
vicio, ni agitados por la irritación o la cólera, ni llevados a la
irreligiosidad o a la profanación, ni somos proclives a la frivolidad o no
estamos arrastrados por la ebriedad. Cuando vamos a la cama con castidad y nos
dormimos inmediatamente entonces nuestra alma pura y divina, libre de todos los
males que acabo de enumerar y aislada de todo pensamiento nocivo, ahora que es
liberada por el sueño es comblada por un espíritu divino que le sirve de
instrumento y recibe los rayos y las representaciones que le son enviados de
cierta forma, y que brillan desde el Espíritu Divino hasta ella. Y como en un
espejo que la deífica contempla todo de manera más cierta, más clara y más
eficaz que por una encuesta grosera y por el discurso de la razón. Como las
potencias divinas que instruyen el alma han sido invitadas a relacionarse con ellas
en un momento de soledad nocturna, el don que gobierna todos sus actos no le
hará falta al despertar.
Así entonces, aquel que por la
meditación calmada y religiosa, y por un régimen razonable y moderado en
armonía con la naturaleza, conserva su espíritu puro, se prepara a ser y por este medio se vuelve (en
cierta medida) divino. Y como lo conoce todo, lo merece todo con toda razón. Al
contrario, el que se marchita con el espíritu ocupado en pensamientos
fantásticos, no recibe más visiones distantes ni claras, sino que, estando
debilitado y modificado por sus visiones, juzga confusa e indistintamente como
cuando estamos dominados por el vino y la ebriedad. Juzga como cuando nuestro espíritu
es asfixiado por vapores nocivos – y como agua agitada que puede tomar
diferentes formas – es decepcionado y pierde
todo su sabor. Es por esto que yo aconsejaría a quien quiera recibir oráculos en
sus sueños abstenerse durante un día entero de comer carne y durante tres días no
beber vino ni licores fuertes, no beber más que agua pura. Los espíritus puros son
atraídos por los seres puros y religiosos pero huyen de los que se ahogan en la
bebida y se colman de comida. A pesar de que los espíritus impuros transmiten
importantes secretos a quienes parece que estuvieran embrutecidos por el vino y
los licores, tales comunicaciones deben ser menospreciadas y rechazadas.
Hay cuatro órdenes de verdaderos sueños.
El primero es el matutino y se sitúa entre el sueño y la vigilia. El segundo es
aquel en el que vemos algo que concierne a otra persona. El tercero aquel cuya interpretación
es dada al soñador durante el transcurso de una visión nocturna. Y el último aquel
que es repetido a la misma persona que sueña durante la visión nocturna.
Libro II, capítulos
XIX y XX de The Magus or Celestial
Intelligences, 1801. Traducido a partir de la versión francesa
publicada en Romantisme noir, Les
Cahiers de l’Herne, Editions de l’Herne, Paris, 1978 pp. 112-114.