« Le pays des Rois Mages »
apareció en El Nacional el 24 de Octubre de 1936 bajo el título de El païs de los “reyes magos” »
¿ Dónde he escuchado decir que no fue en Italia sino en México que los pintores prerenacentistas tomaron el azul de sus paísajes, y la inmensa lejanía de los fondos con los que adornan sus natividades ? En el país
de los Tarahumaras las más incríbles leyendas nos dan pruebas de su
realidad. – Cuando entramos en este país y vemos dioses en la
cúspide de las montañas, dioses con un brazo corto al lado
izquierdo, y un vacío al lado derecho, y que se inclinan hacia la
derecha ; y al momento de inclinarse, escuchamos subir a sus pies el
estruendo de una cascada, y, por encima de la cascada, el viento que
corre de cúspide en cúspide ; y cuando subimos hasta descubrir a
nuestro alrededor un círculo inmenso de cúspides, no podemos dudar
que hemos alcanzado uno de los puntos neurálgicos de la tierra en el
que la vida muestra sus primeros efectos.
Los
pintores italianos prerenacentistas estaban iniciados a una ciencia
secreta que la ciencia moderna áun no ha vuelto a hallar, y en la
que el arte de las Altas Épocas también participó.
El azul de
los fondos lejanos de las altas montañas mexicanas llama a él
formas precisas e ideas, impone a la mente algo así como el recuerdo
de una ciencia con la que la INTERVENCIÓN DE LOS TRES REYES MAGOS
ESTÁ LIGADA !!!!
No fue por
espírtu religioso que Piero della Francesca, Lucas de Leyde, Fra
Angelico, Piero di Cosimo o Manregna pintaron tantas Natividades. Fue más bien por una preocupación tradicional de lo Esencialm pour una busqueda de los secretos de vidam y por culpa de esta obsesión natuiral de los Grandes Espíritus con el Cómo y el Por qué de los principios y de las explosiones priñitivas de la Naturaleza manifestada por la leyenda pagana de la Navidad.
Los pueblos
embobados y fanatizados que tuvieron la debilidad de desviarse de los
Principios recibieron su merecido cuando la Religión se apodero de
estos principios, éstos últimos, en cambio no merecían correr tal
suerte. – En la montaña tarahumara sólo se habla de lo Esencial,
o sea de los principios según los cuales la Naturaleza se formó ; y
todo no vive más que por esos principios : los Hombres, las
tormentas, el viento, el silencio, el sol.
Nos
encontramos lejos de la actualidad guerrera y civilizada del mundo
moderno, la cual no es guerrera a pesar de ser civilizada, sino que
es guerrera por el hecho de ser civilizada : es así como
piensan los Tarahumaras. Y sus leyendas, o mejor aún sus
Tradiciones cuentan (pues, aquí no existen leyendas, es decir no
hay fábulas ilusorias, sino Tradiciones increíbles quizás, y cuyas
excavaciones erúditas nos revelan poco a poco su realidad) cuentan,
estas tradiciones, el paso por las tribus de los Tarahumaras de una
raza de hombres portadores de fuego, y que tenían tres Maestros o
tres Reyes, y que caminaban con rumbo a la Estrella Polar.
Ahora bien,
si la ciencia tiene a sus Grandes Hombres : Newton, Darwin, Kepler,
Lavoisier, etc., las Civilizaciones también tienen sus Grandes
Hombres, desde un punto de vista moral y social : Odín, Rama, Fu
Xi, Lao Tsé, Zoroastro, Confucio ; y parece que la leyenda de los
Tres Reyes Magos oculta el paso en la línea geográfica de la gran
Tradición Solar, por donde quiera que iba el Culto Científico
del Sol esparció sus pirámides y sus altares matemáticamente
orientados, de tres Civilizadores iniciados en una astronomía
trascendente, cuyas leyes fueron paralelas a las de la astronomia
maya.
Cuando
sabemos que el culto astronómico del sol se expresó universalmente
por signos, y que estos signos son los mismos de una Ciencia antigua
y muy completa que el lenguaje absurdo de Europa denominó :
ESOTERISMO UNIVERSAL ; y estos signos : el anj, la esvástica, la
cruz doble, el gran círculo con un punto en el centro, los dos
triangulos opuestos, los tres puntos, los cuatro triángulos en los
cuatro puntos cardinales, los doce signos del zodíaco, etc., etc.,
pululan en Oriente como en México, en los templos y en los
manuscritos, pero nunca les he visto tanto pulular en la Naturaleza,
como en el seno de la montaña Tarahumara ; – cuando sabemos todo
esto y entramos de repente en un país literalmente encantado por
estos signos, y los encontramos en los gestos y los ritos de una
raza, y cuando los hombres, las mujeres, los niños de esta raza los
llevan bordados sobre sus abrigos, nos sentimos transtornados como si
hubiesemos llegado a la fuente de un misterio.
Pero si,
además, pensamos que la Sierra Tarahumara es el país en el cual se
han hallado los primeros esqueletos de hombres gigantes, y que justo
al instante en el que escribo no cesamos de encontrar, entonces
muchas leyendas pierden sus figuras de leyendas y se vuelven
realidades. – El Renacimiento del siglo XVI rompió con una
realidad que tenía tal vez sus leyes sobrehumanas, pero que eran
naturales, y el Humanismo del Renacimiento no fué un
engrandecimiento sino una disminución del hombre, puesto que el
Hombre dejo de elevarse hasta la naturaleza para adecuar la
naturaleza a su talla, y la consideración exclusiva de lo humano
hizo perder lo Natural.
Fue
entonces cuando la ciencia astronómica de la naturaleza cuya vida
gira en torno al sol, se volvió secreta ; sin embargo los Primitivos
de Florencia, de Asís, de Como, etc., ya habían sido iniciados a
este naturalismo mágico e inmutable, y cuya tradición sin cesar
camina de oriente a occidente
En sus
telas de Natividades y de Reyes Magos estos pintores plasmaron un
misterio de vida, y lo expresaron como los hijos de un tiempo en el
que el Arte era ante todo Servidor de una ciencia ; es por esto que
sus cuadros, que pueden leerse con las fibras afectivas del alma
también pueden leerse con la alta ciencia racional del Espíritu. Si
un color encanta el corazón corresponde a una vibración exacta y
científica en la que los Números-Principios pueden hallarse.
Habiendo
dicho todo lo anterior, me ha parecido más que extraño que el país
en el que la tradición de los magos portadores de fuego vive sobre
la roca, sobre los vestidos y en los ritos sagrados de los hombres,
sea también aquel cuyo ruido colorido, y vibración grandiosa de la
Naturaleza recuerdan con la más obsesiva intensidad toda una época
de la pintura en la que los Grandes Hombres estuvieron obsesionados
con los mismos signos, las mismas formas, las mismas luces, los
mismos secretos.